A las 19.30h exactas y con todas las entradas vendidas desde hacía semanas, comenzaba el espectáculo el Viernes pasado en el Auditorio Nacional de Madrid.

Todo estaba preparado para ser una tarde flamenca a más no poder, y aunque con algunos nervios, que como él cuenta, nunca se le quitan, salió Alonso Rancapino Chico al escenario junto con su admirado Antonio Higuero al Toque y Sofhía Quarenghi al violín. Violín imprescindible en este espectáculo, tocado con una elegancia suprema y empastado a la perfección con este género que tanto amamos. Comienzo haciendo guiños a Rafael Farina, por habanera para quedarse solo en el escenario con Higuero y tirarse por martinete metido a seguiriyas, demostrando que está dispuesto a emocionarnos con una auténtica lección de lo que es la continuación de su saga.

Ya en caliente y con todos sus músicos ante el respetable, con el compás de Manuel Cantaorote y Cepa Núñez, cantes de Cádiz, alegrías. A destacar sus siguientes cantes de columpio y una zambra metida por tangos, Zambra de la Mantilla, que ya cantaba su padre y que el mismo Alonso ha renovado y creado su propia forma.

Creo que lo mejor de este joven cantaor es su capacidad de emocionar si necesidad de levantar la voz de un tono dulce y suave y una manera propia de sentir el cantes y los cantes, que en realidad no llegaría tanto a los allí presentes si fuera de otro modo. Tiene la actitud y el respeto hacia el flamenco que tienen los genios y eso se hace notar.

Final por bulerías, con su acercamiento al público y salida de micrófono incluída para dar paso a su maestro, al genio, al padre, Rancapino.

Según pisa el escenario, y antes siquiera de comenzar a cantar, ya tenía puesto en pie al público, algo nada habitual.

Y aquí comienza una parte difícil de escribir, difícil porque transmitir el sentimiento que nos tuvo en vilo el día 11 es complicado. Por edad, no he podido disfrutar en directo de casi ninguna de las grandes figuras ya desaparecidas y de una generación ilustre para el flamenco que por suerte, sí he podido conocer a través de imágenes, vídeos, discos, pero no es lo mismo. Sin embargo la tarde del Viernes sí, la tarde del viernes tuve el privilegio de estar ante una leyenda viva del Flamenco, y no solo durante el concierto, además, disfrutamos de su compañía y sabiduría en los minutos previos al recital, en los que con toda la humildad y gracia que le caracteriza, nos dio una entrevista, que va a quedar grabada para siempre en nuestro corazón.

El «Robert Redford de África», como él mismo contó ya en el escenario que otro grande, Chano Lobato, le definía, dio muestra de lo que ha sido y lo que es, y lo hizo empezando por Tarantos, con la guitarra ya afinada de Antonio para el tono del genio, guitarra por cierto que si en lugar de 6 cuerdas tuviera 15 ó 3, seguiría sonando igual de bien porque es difícil encontrar un guitarrista de la talla del jerezano. Los tarantos dieron paso a la soleá, y al final por bulerías. Tres cantes, no hicieron falta más para volver a poner en pie el Auditorio, aunque por nosotros hubiésemos seguido días atónitos, con los oídos y los sentidos dispuestos a aprender y sentir en unos minutos, la pasión flamenca que nos une. Para no dejar de tener presente, que ésto es exactamente lo que nos hizo engancharnos y enamorarnos del flamenco, de la pureza, de un arte imposible de desconectar una vez que te ha pellizcado.

Ojalá podamos disfrutar de vd. muchas otras noches señor Rancapino, de usted, de su cante, de su saber, de su arte y de su hijo que es digno heredero y va a darnos también muchas noches de gloria.

Hoy más que nunca Vive Pasión Flamenca!Gracias Maestro!

Foto de Sara García.