Que Lorca era Flamenco es sabido por todos. Que su obra se ha interpretado infinitas veces expresada por las diferentes disciplinas artísticas también. Que es atemporal y que cada uno de sus textos tienen tanta fuerza que son capaces de derrumbar a cualquiera con un mínimo de sensibilidad, lo sabemos. Por eso resulta muy interesante ver el prisma desde el cual Mónica Tello contempla esta obra que cada día que pasa tiene más sentido.

El baile y la interpretación se mezclan durante todo el espectáculo. Ahí está la dificultad, en la búsqueda de un elenco que sea capaz de sacar adelante tanto una faceta como la otra. En el cuerpo de baile siete mujeres, cada una un Cante. Bernarda, Martirio y Adela impecables. La madurez y dureza de Bernarda se entremezcla con la juventud, rebeldía, frescura y pasión de sus hijas de forma natural.

La música bien elegida e interpretada por elenco masculino, Cante, guitarra y percusión.

A pesar del frío que hacía en el teatro Reina Victoria, el calor viene del escenario. De la puesta en escena absolutamente minimalista y muy acertada pues Lorca no necesita de adornos ni excesivas coreografías, simplemente unos transmisores capaces de hacer llegar la fuerza que contiene esta obra universal y en eso, la Compañía de Mónica Tello, sale muy airosa.

Un Martes al mes es cuando se puede disfrutar de La Casa de Bernarda Alba en plena Carrera de San Jerónimo, esquina con Echegaray, calle flamenca donde las haya y en la que terminada la función, pueden seguir disfrutando de este arte en casi cada rincón.

Fotos de Carmen Fernández – Enríquez.